LA ERA DEL CEREBRO APAGADO

18 de julio de 2025

Cuando ya no piensas tú, ¿Quién vive en tu lugar?

En 2025, el MIT Media Lab presentó un estudio preliminar basado en EEG que dividió a 54 participantes en tres grupos: uno usó ChatGPT, otro Google Search y el tercero solo su propio cerebro para redactar ensayos tipo SAT. El resultado fue alarmante: el grupo con GPT mostró la menor activación neural, menor diversidad lingüística y menor retención del contenido generado. A medida que avanzaba el experimento, aumentaba la tendencia a copiar‑pegar sin procesamiento profundo. Este fenómeno, que los investigadores denominaron cognitive offloading, implica una delegación externa del esfuerzo mental que, con el tiempo, puede atrofiar redes cerebrales vinculadas a la creatividad, la memoria operativa y el razonamiento.


Esta investigación no es un caso aislado: según reportes del Washington Post, estudios recientes en Reino Unido y Australia también evidencian una correlación negativa entre dependencia de IA y habilidades de pensamiento crítico. Ken Purnell, de la Central Queensland University, advierte sobre una posible “amnesia digital”: los estudiantes recuerdan menos lo que crean con ayuda de modelos como GPT. En paralelo, la revista Media describe una forma emergente de “pereza metacognitiva”, en la que el juicio interno cede ante la velocidad de la respuesta asistida. La neurociencia cognitiva lleva años demostrando que el aprendizaje profundo requiere conflicto, elaboración interna, revisión persistente. El uso indiscriminado de IA puede evitar que esas funciones se activen, inhibiendo incluso la consolidación de memoria y habilidades de resolución de problemas.


Desde la psicología social y la sociología, se observa que esta externalización cognitiva no solo afecta el rendimiento individual, sino el vínculo afectivo con el conocimiento. Investigaciones recientes muestran un aumento sostenido de anhedonia, apatía y abulia en adolescentes: la incapacidad de disfrutar, iniciar o sostener una acción significativa. Se trata de una erosión silenciosa del deseo, del impulso vital por aprender, por preguntar, por imaginar. Lo que parece eficiencia puede ser, en realidad, una renuncia paulatina a la elaboración simbólica. El pensamiento se vuelve funcional, pero sin raíces. Y cuando no hay raíces, no hay resistencia.


Pero no todo el horizonte es distópico. Existe un fenómeno paralelo que los grandes titulares no siempre registran: el de miles de jóvenes que, usando múltiples herramientas de inteligencia artificial, están creando proyectos, productos y empresas desde sus habitaciones. Algunos, incluso, sin haber terminado la escuela. Desde prototipos de apps educativas hasta servicios de diseño, desde newsletters automatizadas hasta microagencias de contenido, lo que antes requería equipos técnicos y meses de desarrollo ahora se lanza en días. En redes como Instagram, TikTok o Discord proliferan comunidades de aprendizaje autoorganizado, donde la IA no sustituye el pensamiento, sino que lo acelera. Se usa para construir, no para evitar. En esos casos, el criterio sigue siendo humano. La iteración es real. Y el deseo, palpable.


Esto nos recuerda que la tecnología no determina el resultado. Lo determina el propósito. Cuando la IA se integra en procesos que exigen revisión, toma de decisiones, validación personal, puede ser un multiplicador de talento. Cuando reemplaza todo eso, puede convertirse en su anestesia. De cara a 2030, el dilema no será tecnológico, sino pedagógico, cultural y ético. ¿Estamos formando personas que usen la IA para expandir su mente, o para no tener que usarla? ¿Estamos enseñando a formular preguntas, o solo a interpretar respuestas?


Porque el verdadero riesgo no es que la IA piense por nosotros. Es que dejemos de pensar porque creemos que ya no hace falta. Que dejemos de imaginar porque alguien más ya lo visualizó. Que dejemos de decidir porque el sistema nos propone la mejor opción. Así comienza la desaparición suave de la autonomía. Así se diluye la conciencia crítica. No en un acto abrupto, sino en una lenta transferencia de esfuerzo. Y cuando se apaga el deseo de pensar, no hay algoritmo que pueda devolverlo.


En el Episodio 4 del universo Koji Neon, esa erosión del deseo ya no es un síntoma: es una epidemia. La escena es esta:


XE3X señaló una zona de la pantalla posterior y continuó exponiendo los datos al grupo.
—En las tres fábricas también se hallaron algunos restos de hongos alucinógenos artificiales —reveló el sistema de inteligencia artificial.
—¿Qué especies? —interrumpió Silja.
—Son derivaciones de las setas McKennaii —confirmó el sistema para seguir exponiendo los datos—. La última pista relevante que tenemos es esta: el archivo diecisiete. Los militares también sospechan que estos locales que veis ahora en la pantalla, que hacen uso de tecnologías avanzadas para reducir la anhedonia, la apatía y la abulia, están relacionados con la secta de alguna manera.
—¿Qué significa todo eso? —preguntó Koji.
—La anhedonia hace referencia a la incapacidad de las personas para disfrutar de la vida; con la apatía sí podemos disfrutar de las cosas, pero el problema es que no tenemos motivación para iniciarlas y la abulia es un estado de pasividad, desinterés y falta de voluntad —aportó Donia.
—Efectivamente —añadió XE3X para seguir hablando—, según varias escalas, en los últimos años estos conceptos están creciendo de forma imparable entre los jóvenes, tanto en su vertiente física como en la social. La chica mencionada antes nos contó que su amigo visitaba estos locales y es allí donde Tupsar se fijó en él y le abrió las puertas a un nuevo mundo.
—Conozco algunos de esos establecimientos por pacientes que alguna vez acudieron. El distrito se conoce como Lanalhue. Dicen que es donde las almas perdidas de los vivos encuentran regocijo —explicó Donia.


En Lanalhue, la emoción se alquila, la motivación se simula, la voluntad se codifica. Sectas prometen paz a cambio de obediencia. Y mientras tanto, los jóvenes no luchan, no sueñan, no se rebelan. Solo consumen sensaciones empaquetadas.


Escucha sugerida:
“Dreaming (ABGT636) – Mixed” – Deep Dish & Malou
Un eco suave en medio del ruido. Una voz que no grita, pero insiste: todavía puedes desear algo que no esté escrito. Todavía puedes soñar sin pedir permiso.

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